Inquieto, travieso, indisciplinado y despistado son unos de los adjetivos que los niños con hiperactividad reciben de quienes les rodean, pero ¿qué diferencia hay entre la conducta de un niño promedio y la de un hiperactivo?
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Como la palabra lo indica, se trata de niños que muestran una actividad mucho mayor que la de otros de su edad. Los padres suelen
describirlos con frases como “nunca se está quieto”, “destruye todo lo que tiene en sus manos”, “no termina una cosa y comienza con otra”, “no puedo controlarlo”.
Aunque se supone que todos los niños andan por ahí con altos voltajes de energía, los hiperactivos tienen problemas para desenvolverse socialmente debido a su comportamiento, y esto suele hacerse más evidente durante la etapa escolar. Es común que estos pequeños tengan que repetir grado o sean expulsados del colegio porque sus maestros simplemente no saben qué hacer con ellos.
Un niño que no es hiperactivo puede tener episodios de energía aumentada, pero esto se puede deber a ansiedad o a estímulos ambientales específicos.
Los pequeños con hiperactividad presentan este comportamiento de forma constante, y esta sería la principal diferencia entre un niño que actúa tan inquieto como debe ser a su edad y uno que tiene esta condición específica llamada hiperactividad, explica la doctora Margarita Mendoza Burgos, psiquiatra.
Visto así, un niño puede ser inquieto, pero si eso no le afecta en la escuela o en otros ambientes, o si se pone más activo solo en ocasiones, probablemente no se trate de hiperactividad.
Asimismo, para decir que un niño es hiperactivo se requiere el diagnóstico de un especialista, que puede ser un psiquiatra infantil. Para llegar a esta conclusión se debe realizar una serie de pruebas y cuestionarios a fin de tener seguridad de qué es lo que pasa con el pequeño.
La hiperactividad también se acompaña de otra condición que se llama déficit de atención. Los niños no solo tienen problemas en la escuela porque son muy inquietos, sino porque es difícil para ellos prestar la atención debida. De esta forma, no es posible mantenerlos enfocados en las clases ni lograr que terminen con una tarea que se les asigna.
Las quejas de los maestros incluyen expresiones como “se distrae con atención”, “no deja que los demás compañeros se concentren”, “a cada momento pide permiso para ir al baño”, “platica mucho”. Si bien en la actualidad la hiperactividad es más conocida que hace unos años, muchos maestros siguen desconociendo el trastorno y son los padres de estos niños quienes deben explicárselos.
La doctora Mendoza asegura que la hiperactividad y el déficit de atención requieren una atención especializada, pero también multidisciplinaria, lo que significa que no solo es el terapeuta quien está atento al tratamiento y evolución del niño, sino también sus padres y sus maestros.
El involucramiento de padres y maestros es vital para el desarrollo del niño. Debido a lo complicado que puede ser manejar a un pequeño hiperactivo y con déficit de atención, muchas personas los descalifican y usan adjetivos que van minando la autoestima del niño.
Conocer el trastorno ayudará a los padres y maestros a tratar con más sensibilidad al niño, sin discriminarlo ni hacerlo sentir culpable. El niño hiperactivo no se siente bien siendo inquieto o indisciplinado, no disfruta su falta de concentración, ni sus excesivas energías. Por lo tanto, no es justo ni saludable para él tratarlo mal. Tampoco se trata, dice la doctora Mendoza, de consentirlo o sentir lástima.
Precisamente de eso se trata la asesoría profesional, de enseñarles a los padres a manejar las diferentes situaciones que supone la hiperactividad. Y por eso se hace importante el diagnóstico oportuno y la asesoría de un experto.
Los niños con esta condición pueden desarrollarse como cualquier otro porque además suelen tener una gran capacidad de aprender. Lo que se necesita es utilizar los recursos necesarios y, sobre todo, que padres y maestros estén informados sobre la situación del pequeño.
Los padres deben considerar la hiperactividad como otro padecimiento que requiere cuidados un poco más especiales. “Deben entender que su hijo padece algo como diabetes o alergias”, dice la psiquiatra.
“Todo esto mejora la autoestima del niño, que entiende que no es que sea raro, simplemente tiene un problema que debe y puede resolver con la ayuda de él mismo y los demás”, agrega la experta.
En cuanto al tratamiento, la psiquiatra defiende el uso de medicamentos que ayudan a que el niño se sienta más relajado y pueda concentrarse más en las tareas que se le asignan. Eso, a su vez, aumenta la autoestima y le ayuda a emplear otras herramientas que contribuirán más a que organice sus actividades y supere las situaciones derivadas de la hiperactividad.
Los fármacos disponibles para este trastorno deben ser administrados por un médico con entrenamiento, es decir, un psiquiatra infantil, porque las dosis no son las mismas para todos los niños y se lleva siempre un control sobre la evolución.
Asimismo, el medicamento no actúa solo. La terapia que brinda el profesional entrenado le enseña al niño a manejar sus impulsos, a aumentar su autoestima, a encontrar estrategias para organizarse y a orientar a padres y maestros sobre la atención que el niño requiere. Al final, los resultados son muy buenos, dice la doctora.
Noticia publicada en laprensagrafica.com